jueves, 10 de enero de 2013

Don Pablo

Aquel día, Don Pablo debía haber discutido con su mujer o algo así, porque tenía un humor de todos los demonios, de ser capaz de comerse un niño por la calle en un arrebato iracundo. Don Pablo tenía la frustación acumulada calentando la caldera de su cabeza, cuya presión subía y subía hasta que inevitablemente, algo tendría que estallar para aliviar tanta compresión hiperbárica. Pero nosotros no sabíamos nada de eso e inocentes, practicábamos diversos deportes en el gimnasio del colegio. Ya estábamos a mediados de octavo y pensábamos más en el Instituto o en la Profesional que en seguir siendo niños en aquel interminable curso, donde nos trataban como a verdaderos mocosos. Don Pablo nos enseñaba Sociales y estaba a cargo de las dos horas semanales de Educación Física. En esas dos horas de deporte, los que querían jugar al fútbol ocupaban el patio y los "intelectuales" nos íbamos al gimnasio, sin el profesor, donde no hacíamos absolutamente nada.
Don Pablo llegó resoplando como un gorila enloquecido.

La vida era bella mientras en animada conversación jugábamos con las paralelas, trepábamos por las espalderas, intentábamos izar las halteras con nuestros débiles brazos, subíamos un par de nudos de la cuerda o nos colgábamos como chimpancés de las anillas olímpicas. A mí me solía gustar cruzar la escalera de mano horizontal que había que superar suspendido de los brazos, algo que se ve mucho en las películas norteamericanas de marines. Tampoco me agotaba haciendo este ejercicio, ni ningún otro. Prefería reservar mis fuerzas para pajearme compulsivamente, que era la actividad física principal que me ocupaba en aquella época. Justo estaba terminando penosamente la escalera, cuando los dos batientes de la puerta de entrada del gimnasio se abrieron violentamente de un golpe o tal vez patada.

Era Don Pablo. Venía resoplando como un gorila enloquecido, como una locomotora a toda máquina.

Todos miramos a la puerta, alarmados y detuvimos en seco toda nuestra actividad al ver la entrada del toro bramador. Todos menos Merino, que le salió a recibir alegremente, como si no pasara nada, en pantalón corto de deporte bien subido marcando su descomunal chorra nítidamente a través del fino tejido, con los brazos abiertos, cimbreante cintura y jovial actitud. El bueno de Merino iba para la profesional porque no se le veían luces para el Instituto. Con todo, había aprendido las virtudes del peloteo a tiempo. Pero Don Pablo detestaba a los pelotas, por lo menos a los pelotas del estilo de Merino.
Merino calculó los beneficios de recibir al profesor acompañándole cual atento secretario hasta el resto del grupo, pero esta vez algo le falló y con su -¡Eh, Don Pablo! ¿qué passa?- el simpático Merino se interpuso en el camino de la locomotora sin intuir el peligro.
Merino salió a recibirle jovialmente, meneando
la cintura y marcando paquete con sus ceñidos 
pantaloncitos de deporte.

Don Pablo le metió un hostión que lo mandó volando hasta el tatami de judo, dos pasos a su izquierda. Una hostia neta y resonante. Una hostia salvaje y abusona. Una hostia definitiva. Aún puedo oírla con claridad, restallando en la cara de Merino, cogido de lleno por sorpresa. Aún recuerdo como a cámara lenta, la mano abierta de Don Pablo atravesando el aire casi a la velocidad del sonido, hasta el tremendo y sonoro impacto, las gafas de Merino saliendo catapultadas por la inercia del salvaje bofetón y al propio Merino levantando los pies del suelo, despegando como un cohete detrás de las gafas, con sus mejillas tremolando por el desplazamiento de la carne al absorber el impacto; todo eso en el segundo aproximado que duró la secuencia en tiempo real. La mejor bofetada que habíamos visto desde la que Arbizu, el de inglés, le metió a Boticario unos meses antes: atravesó tres filas de mesas girando como una peonza, hasta detenerse contra la pared. Pero aquella la tenía merecida. Por chulo.

Mientras el noqueado Merino se recuperaba, recogiendo a tientas las gafas, levantándose cautelosamente del tatami y recomponiendo su desparramada cojonera, Don Pablo llegó como un ciclón hasta nosotros. Menos mal que Poza, el primero de la clase que se sabía intocable, veló por nosotros. Poza era un buen chaval, inteligentísimo y avispado, no crean que era el típico empollón, nada de eso, lo suyo era pura genética y los profes le respetaban casi como a un igual. Incluso yo reconocía su perfección mental. No es que fuera un genio, pero tenía sus cualidades. Con fría calma, haciéndose ver, Poza se adelantó y como delegado de curso, pidió con aplomo las pertinentes explicaciones. Don Pablo lo hubiera estrangulado a gusto, pero ante la superioridad aplastante de Poza, se contuvo. Al fondo se veía a Merino ya incorporado en el tatami, con las orejas de soplillo encendidas como faroles, atento a lo que ocurría pero manteniéndose en una distancia prudente, por si se le escapaba la segunda. Nos mandó secamente que nos cambiásemos y volviésemos a clase. La hora de gimnasio había terminado.

Cuando regresamos a clase, encontramos que todos los demás ya estaban allí, sentados ordenadamente cada uno en su pupitre. Un extraño clima se respiraba. Un silencio espectral de terror contenido atenazaba la clase entera. Nos mandó sacar el libro y los apuntes de Sociales y estudiar hasta el fin de la hora. Nadie rechistó. Más tarde nos enteramos de lo que había ocurrido. Al parecer, el Cajigas, un chaval del Instituto amigo de los malos de clase, había arrancado un grifo de las fuentes de agua potable que había en el patio. Don Pablo se había vuelto loco y se había liado a hostia limpia con Torres, porque se le puso chulo, y con el inocente de Goñi, porque sí. Al pobre Goñi le toco lo más impactante. Le pegó lo que quiso, mientras deliraba cosas de esta índole:
-Porque yo- tortazo -aquí- otro tortazo -soy un chulo- más tortazos.
-¿me habéis entendido?- serie de hostias seguidas sobre la cabeza de Goñi -un chulo. A ver ¡llámame chulo! ¡llámame chulo, coño!- y seguía dándole al pobre muchacho que no entendía a qué venía todo aquello.
Por fortuna, no me tocó esta vez ser testigo directo de tal bajeza moral. Pero fui informado con exactitud al respecto por los presentes que lo vieron. Media clase recibió lo suyo antes de que nosotros llegásemos. Siempre me pierdo lo mejor, vaya.

Hacía cuatro años que se había muerto el Caudillo y muchos de aquellos antiguos profesores, educados en el Régimen, veían tambalearse su autoridad con la pujante y rebelde nueva generación que iba con pelo largo, vestía vaqueros ajustados, se interesaba por la sexualidad, acudía a mitines del PCE y escuchaba aquella horrible música. Menos mal que los que vinieron detrás nuestro eran aún más rebeldes, más nihilistas, más hedonistas e infinitamente más vagos que nosotros. No les quedó más remedio que reconocer el signo de los nuevos tiempos y adaptarse o jubilarse.


miércoles, 9 de enero de 2013

Cómo suicidarse con éxito

Vaya por delante que no estamos animando a nadie a cometer locuras. Al igual que el tabú del incesto, el rechazo al suicidio es universal en todas las culturas, por muy religiosas que estas sean. En Japón por ejemplo, el suicidio tiene mala prensa y es considerado un pecado horrible que deshonra a toda la familia. Tienen la creencia de que el espíritu del suicida debe repetir los últimos momentos de su vida toda la eternidad, a no ser que algún sacerdote o sanador sintoísta le consiga liberar. En occidente, incitar al suicidio está considerado como delito en el rango de homicidio.
Foto: B.R. el Blog de Bernar
Sin embargo, algunas veces la muerte por elección propia es la única salida digna a una situación insostenible. Tal es el caso de quienes escogen la eutanasia activa, aún prohibida en España, para lo que se tienen que desplazar a paises donde esta práctica es legal o cuasi legal. Previamente habrán contactado con una asociación secreta, cuyo nombre no vamos a revelar, que tras comprobar la necesidad del tratamiento, hacen una ficha al paciente. Este, paga una cuota anual bastante asequible, básicamente para costear los gastos de la propia eutanasia que es administrada a requerimiento del paciente-socio cuando decide que es el momento. Entonces, en una habitación secreta, austera pero confortable, el paciente recibe una dosis letal de pentobarbital sódico en un vaso de zumo de naranja o agua. En unos veinte minutos como máximo, la eutanasia se ha realizado con completa dignidad, limpieza y comodidad sin sufrimiento alguno para el paciente, evitando a los familiares el padecimiento añadido de una agonía extenuante y atroz.

Hoy vamos a tratar de los verdaderos suicidas, los que no padecen ninguna enfermedad terminal y se suicidan bajo la presion de una angustia vital insoportable. Si usted piensa en suicidarse, seguramente tendrá sus motivos bien fundados; no es nuestra intención hacerle cambiar de idea, así que no lea este artículo.

Si ha pensado en poner fin a su vida envenenándose, debe tener en cuenta que la mayoría de los venenos mortales suelen producir una muerte violentamente dolorosa, con horribles paroxismos y espantosos estertores. Es el caso del envenenamiento por cianuro, eficaz en su cometido pero terrible en su ejecución. Lean nuestro artículo sobre los venenos más tremebundos. Nuestra recomendación sería la cicuta, muy utilizada para las sentencias a muerte de la Antigüedad clásica, por producir una muerte más o menos tranquila. Pero los estertores finales son bastante penosos, ya que se paralizan los músculos respiratorios y se muere por una angustiosísima axfisia.
Foto: B.R. el Blog de Bernar

Tal vez su preferencia sea el arrojarse desde una considerable altura para morir aplastado contra el suelo. Es el suicidio de los arrebatados que tampoco se lo han pensado mucho. Sepa que no es tan fácil morir así: es fundamental que la altura sea superior a veinte metros, de lo contrario podría quedar lisiado de por vida, postrado y con serias dificultades para volverlo a intentar.

En lo que respecta al siempre socorrido ahorcamiento, deben saber que se arriesgan a una penosísima agonía si no saben bien cómo hay que ejecutar la maniobra. En realidad, es el pesado nudo que se apoya contra la nuca el que produce la muerte al romper el cuello, cuando la cuerda se tensa violentamente por el cuerpo en caída libre al finalizar de golpe su letal carrera. Es lo que hacen los verdugos; en ese caso la muerte es instantánea y todos los esfínteres del cuerpo se abren evacuando humores a toda presión, con el conocido efecto de morir cagando, meando y eyaculando a la vez, algo un tanto grotesco si le importa cómo le vayan a encontrar. Si no sabe el truquito del nudo y hace el típico nudo corredizo simple lo que le pasará es que morirá lentamente axfisiado por estrangulamiento al quedar cerrada la tráquea por la presión de la cuerda sobre el cuello. Tardará unos veinte minutos de terrible espera antes de que San Pedro le mande al Purgatorio. Piénselo bien.

Tampoco es fácil autosuministrarse la eutanasia ingiriendo benzodiazepinas, como diazepam o alprazolam, ya que estos medicamentos suelen incluir un componente que obliga a vomitar una vez sobrepasada una dosis de seguridad, precisamente para evitar suicidios por ingestión masiva. Para que funcione debe hacer lo siguiente: ingiera unos antihistamínicos con un buen vodka veinte minutos antes de devorar la caja entera de alprazolam. Esto evitará el vómito y obligará a su organismo a absorber todo el medicamento. Feliz viaje.

Electrocutarse en la bañera puede ser su opción. Es fácil, rápido y realmente no es doloroso siempre que el shock sea el suficiente. Puede meterse en la bañera con agua hasta las rodillas más o menos y aventar dentro la tostadora o el secapelos. Son electrodomésticos que no están tan bien aislados como una batidora, que al ser impermeable no conseguiría el efecto deseado. Eso sí, recuerde siempre enchufarlos y ponerlos en marcha antes de bañarse con ellos. También puede pelar un cable y, dejando el extremo pelado dentro del agua, enchufarlo a la red. Métase con los pies lo más sucios y sudados posible, para aumentar la salinidad del agua y mejorar su conductividad. Lo encontrarán un poco churruscado y con los pelos de punta.

Foto: B.R. el Blog de Bernar
¿Por qué no gasearse? Sin duda, es de los mejores métodos para abrir la puerta hacia el más allá. A pesar del pataleo final, es una muerte absolutamente indolora, prácticamente sin sufrimiento. Haga como Grômek: meta la cabeza en el horno de gas y abra los grifos a tope. Antes de cinco minutos estará jugando al mus con el diablo. También puede meterse en el coche dentro del garaje cerrado y ponerlo en marcha. Muchas muertes accidentales ocurren así, sin que el finado se dé ni cuenta de que ya está caminando entre los espíritus. Lo mismo pasa con los braseros, fosas sépticas y también con las cubas de vino: es el CO, monóxido de carbono, que produce lo que se llama "muerte dulce". Envenenarse con monóxido es el método favorito de los suicidas que van muy en serio, tienen poco dinero y lo tienen muy bien pensado. Es irreversible, una vez envenenado no hay rescate posible. Además es fácil y barato: enciérrese en una habitación lo más pequeña posible con un brasero u olla grande donde pueda hacer una fogata con abundante carbón vegetal. La combustión pronto consumirá el oxígeno de la habitación. Procure que el recipiente tenga una salida angosta para que la combustión no sea óptima y se produzca mucho monóxido. La muerte, completamente indolora, le sobrevendrá sin que se de cuenta de ello: caerá dormido y se acabó.

Tal vez prefiera el teatral drama del suicidio con arma de fuego, típico de los suicidios por deshonor. Aquí suele haber no pocos accidentes que se saldan con el suicida postrado de por vida como un vegetal. Para que el disparo sea efectivo, no apunte a cualquier lado de su cabeza; un error común suele ser apoyar el cañón en la sien y accionar el gatillo. Sepa que no es un disparo mortal de necesidad, es más, la mayoría sobreviven a ello. Debe hacerlo de una de estas dos maneras: apunte justo debajo de la nariz y encima del labio, con un ángulo de unos 45 grados hacia arriba; o bien introduzca el cañón en la boca y, apuntando al paladar, accione el gatillo. Sólo tendrá una oportunidad, apunte bien. Producirá un destrozo cerebral irreversible que le matará. Utilice siempre balas, nunca posta y menos perdigones. Si usa balas explosivas, es definitivo.

Cortarse las venas es una salvajada, pero muchos eligen esta vía para coger el tren del destino. Deben saber que para que esto sea efectivo, el corte lo tienen que realizar longitudinalmente sobre las arterias del antebrazo. Si lo hacen como se ve en las películas, transversalmente, lo más probable es que se cierre la herida y además se corten los tendones. Otros prefieren la siempre infalible arteria carótida que al ser seccionada produce un rápido desmayo al quedar cortado el riego cerebral; la muerte llega unos tres minutos después. La verdad, acojona un poco.

Foto: B.R. el Blog de Bernar
Si tiene buenos contactos, tal vez pueda conseguir unos gramos de Pentobarbital sódico, utilizado como antes señalábamos en la administración de la Eutanasia. Este principio activo se encuentra en medicamentos legales que se pueden obtener fácilmente por prescripción facultativa, pero no revelaremos cuáles son por razones obvias. De otro modo, hay que buscarlo en el mercado negro a unos 300€ por quince gramos. La dosis letal es de unos cinco gramos; los suicidas ingieren unos ocho para asegurarse. Es una muerte placentera y tranquila, incluso mejor que la ocasionada por CO y por sobredosis de opiáceos como la diacetilmorfina. No hay angustia, ni estertores siniestros, ni por supuesto dolor, ni sensación de ahogo. El paciente pasa del sueño profundo al otro lado sin el mínimo temblor. El método que sin duda escogería para abandonar este mundo con la dignidad requerida.

Espero que nuestro artículo les haya sido de utilidad, algo que evidentemente nunca podremos saber, y que les haya sido de ayuda para aclarar sus ideas al respecto. Respetamos su decisión y esperamos que tomen la que tomen, sea la acertada. Sobre todo, es su última decisión y es tal vez lo único verdaderamente suyo que aún tiene. No permita que otros le roben su voluntad con subterfugios del Derecho más mentiroso de Europa. No les vamos a dar vanas esperanzas. Piensen los años de sufrimiento que se habrían ahorrado si hubieran leído esto a tiempo, ya que por lo general, las situaciones malas, lejos de resolverse, siempre van a peor. Hoy le han quitado su casa y mañana le arrebatarán a su familia, así hasta desposeerle de todo lo suyo para convertirle en una piltrafa humana que sollozará de agradecimiento por una palabra amable. No es malo reconocer que se ha perdido la partida. No permita que otros sean dueños de su vida para amargársela mientras ellos se divierten a su costa. Por una última vez, sea usted el ganador. No haga caso a los que se alimentan espiritualmente de intentar salvar a suicidas de sí mismos. Por lo general son gente bastante mezquina que tiende a creerse mejor que los demás. Y nunca, nunca solucionarán la serie de nefastos acontecimientos encadenados y desgracias sin fin que le llevó a tomar esta drástica decisión. Piense en esto y decídase, pero no dé la lata a nadie con que se quiere matar, no es elegante.