martes, 17 de septiembre de 2013

Cosas de Beethoven

Como Shakespeare o Cervantes en literatura, la cumbre de la creatividad musical está representada en Beethoven y Mozart, dos compositores que si los trasladásemos a la música popular de hoy día, aunque suene fuera de lugar, serían como el dilema "Fender o Gibson ¿cuál es mejor?", para que tengan una idea aproximada de las adhesiones inquebrantables que profesan los forofos de estos dos grandes músicos. Adoro a Mozart, pero como su vida privada es muy popular, hoy les hablaré de Beethoven, cuyos méritos no sólo se limitaron a ser el mayor sinfonista de la Historia de la Música, sino que fue el pionero de multitud de mejoras, tanto técnicas como organizativas, e incluso en hacer burradas como la de incluir cañones en el estreno de La Batalla de Vitoria, sin las que la música de hoy día no sería como es.
El más grande. La imagen más clásica de Ludwig Van Beethoven.

Considerado por unanimidad el mejor pianista de la Historia, Beethoven fue contemporáneo de Mozart; de hecho, ambos recibieron clases del mismo maestro que no era otro que el gran Haydn, el creador de la sinfonía. Pero a diferencia de la precocidad de Mozart, el genio de Beethoven se manifestó más en su madurez, sin dejar de ser desde muy joven un cotizadísimo pianista y popular compositor. Beethoven tuvo una infancia muy dura. Su padre, Johann, un mediocre tenor que trabajaba en la orquesta del elector de Colonia, Maximiliano Federico,  estaba obsesionado con que Ludwig llegara a ser un músico famoso y para empeorar las cosas tenía un serio problema con la bebida. Llegaba a casa mamado perdido todas las noches y, levantándole de la cama, entre improperios y golpes, le obligaba a estudiar música. También a tocar el violín ante sus compañeros de borrachera. Pero a pesar de todo, Ludwig no sólo no acabó aborreciendo la música, sino que se convirtió en su refugio y en el instrumento con el que dió al mundo varias de las páginas más bellas jamás escritas.

El genio en pleno arrebato creativo. Su desaliño era incorregible y su salvaje
melena completaba su aspecto que remeda a los rockeros de hoy día.
Cuando se pudo librar de su puto viejo, Beethoven marchó a Viena, como hacía todo músico con aptitudes y serios propósitos de labrarse una fama y un lugar en la Historia de la Música. El ambiente musical en Alemania era impresionante. En Viena ya llevaba años como triunfador absoluto Mozart, mimado por la nobleza. Mozart por aquel entonces frisaba los cuarenta años, era un ídolo ultravenerado y su crítica era ley. Haciendo un paralelismo con nuestra época, era más respetado que Bruce Springsteen, Paul Mc Cartney, Mick Jagger y Bono juntos. Beethoven, con diecisiete años, mal peinado y aire de palurdo, fue presentado a éste como nueva figura del piano recién venida de provincias. Beethoven se sentó al pianoforte y tocó con el brío que le haría el más grande e imitado pianista de todos los tiempos. Mozart, que aunque no era mal pianista lo suyo era en realidad el clavicordio, impresionado ante el talento aún en bruto pero clarísimo del melenudo muchacho, dijo con su sorna habitual: -No pierdan de vista a este muchacho. Algún día logrará que el mundo entero se fije en él"-. Y probablemente culminó estas inquietantes y premonitorias palabras con una esnifadita de rapé seguidas de un sorbito de clarete.

Sin embargo, nunca fueron rivales, porque Beethoven, que tenía tanto carácter emprendedor como talento musical, ideó una nueva manera de ganarse la vida. Se negó a ser mantenido por un mecenas y, tras conseguir cierto dinero con sus ahorros de profesor de música y concertista en selectos salones, alquiló un teatro y puso entradas a la venta para todo el que quisiera asistir a la función. Una osadía a la que nadie, ni siquiera el gran y excéntrico Mozart, se había atrevido jamás. Nacieron los conciertos públicos como los conocemos hoy día. Por primera vez, la música salía de los salones de las grandes casas de la nobleza y se interpretaba para el gran público que, como se ha visto y se ve hoy día, tiene tan buen o mal oído como el noble. Beethoven fue el primer compositor que vivió de su música y además se hizo bastante rico con su idea.
El Incidente de Teplitz. Beethoven se negó de muy mal humor, a inclinarse 
ante el primer ministro Metternich, mientras que Goethe, que le acompañaba 
en su paeo por el famoso balneario, le saluda efusivamente, lo que Ludwig
consideraba indigno de él. El episodio ilustra la relación del músico con las 
clases dominantes, a las que nunca estuvo sometido.

El éxito fue enorme, aplastante, y los demás compositores de renombre, viendo dónde estaba el porvenir en el Arte, no tardaron a imitar su ejemplo y el gran público no tardó en tararear las melodías que antes habían estado vedadas al deleite de las clases más acomodadas. Entró por la puerta grande en la Historia de la Música, una puerta hecha a su medida. En aquel histórico concierto interpretó solo, ante el público voraz de oír buena música, sus sonatas y conciertos para piano, entre otras la famosa "Claro de Luna". Pero para este nuevo ámbito, los pianos que se fabricaban entonces no eran suficientes al gusto de Ludwig, que buscando más sonoridad y fuerza en su expresión, tocaba con tanto brío que solía romper con frecuencia los percutores, las cuerdas y hasta ambos a la vez. Quería un verdadero instrumento de concierto. Así que habló con el mejor fabricante de pianos de Alemania y mandó construir un pianoforte mucho más grande, resistente y completo, con una caja mucho mayor, aunque no tan grande como las actuales, un pedal más: el amplificador con la placa de hierro fundido que aumenta la sonoridad del instrumento en los momentos de brío requeridos, y añadió varias escalas más al teclado. El pianoforte como lo conocemos hoy día empezó con él. También fue el primero en utilizar sistemáticamente el nuevo invento del metrónomo, innovación imprescindible a partir de aquel momento para todo estudiante, aficionado o profesional de la música.
Partitura original de "Claro de luna", célebre sonata para piano.

Así, el 22 de Diciembre de 1808, en el Teather an der Wien tuvo lugar uno de los más importantes conciertos de la Historia de la Música de todos los tiempos, como gusta decirse ahora. En aquel recordado concierto, más de cuatro horas de música exclusivamente suya, Beethoven interpretó la Sinfonía nº 6, Pastoral de entrada; siguió con el aria de concierto Ah! Pérfido, seguida de dos movimientos de la Misa en Do Mayor y el Concierto para piano nº 4. Conluyó con la Sinfonía nº5 y la Fantasía coral. Era el fin del Barroco y el Romanticismo entraba de lleno en la cultura europea para airear el vetusto ambiente, con una nueva concepción de la música y la composición mucho más atrevida. La Sinfonía fue el género que triunfó en este nuevo mundo donde las ciudades empezaban a iluminarse por la noche y las Ciencias avanzaban hacia nuevos descubrimientos que repercutirían en la manera de pensar general y en el lugar que el Hombre buscaba para sí mismo en el mundo. Y nadie como Beethoven llegó tan alto en la expresión, manejo de la orquesta, innovación en las formas musicales y otras dificultades que requiere la composición de sinfonías, un género hecho para él en el que creó sus mayores obras maestras: sus famosas nueve sinfonías que todo el mundo conoce, especialmente el primer movimiento de la nº5 y la coral final de la nº9, el famoso "Himno a la alegría" con letra del poeta alemán Schiller. Consciente de su poder, consideraba la música como un vehículo para la dispersión de sus visionarias ideas morales y políticas. La sinfonía era el género perfecto para ello. Dejó tan alto el listón que hubo que esperar hasta Brahms, otro gran sinfonista e innovador,  para volver a escuchar sinfonías que merecieran la pena, por fin alejadas en lo posible de la enorme influencia de Ludwig Van Beethoven.
Amores apasionados: aunque sus alumnas caían rendidas a sus pies
sus excéntricos modales les acababan por asustar. Nunca se casó.

Beethoven no se casó ni se le conoce descendiente alguno. Tampoco era maricón, como Tchaikowski que tuvo serios problemas por su condición sodomita. Lamento decepcionar al colectivo gay o a los cotillas malpensados. Tuvo varios amores tórridos con sus fascinadas alumnas de clase distinguida que terminaron sin compromiso, ya que ellas, aunque se derretían por el ímpetu y pasión del genio acababan asustadas de sus bruscos y excéntricos modales, así que se tuvo que conformar con ver que sus palomitas huían con otro tipo más convencional o más guapo que él. En realidad, era demasiado genio como para perder el tiempo con mujeres, no tenía tiempo para tomarse en serio una relación formal y mucho menos un matrimonio, con las responsabilidades familiares y sociales que ello conlleva, unas complicadas normas de etiqueta que no eran para él. Estaba casado con su arte y sólo vivía para la Música, a pesar de que su fortuna llegó a ser cuantiosa, ser popular, buen conversador incluso apasionado; no era un tipo para nada aburrido y sin ser un crápula como Mozart, ocasiones no le faltaron. Para colmo, su sordera le llevó a aislarse cada vez más de las tumultuosas reuniones sociales a las que era inevitablemente invitado. En sus últimos años, apenas salía o paseaba por lugares donde sabía que no se encontraría con nadie y llevó su rechazo a la vida social hasta el extremo. Su desaliño y melena salvaje a la par que seducían a sus jovencitas alumnas, frecuentemente le llevaron a ser detenido por la policía, confundido con cualquier vagabundo o maleante callejero. La famosa Elisa, a la que escribió la archiconocida sonata para piano, no era su novia ni amante, ni estuvo enamorado de ella; se trataba de una alumna suya que le pidió unos ejercicios para perfeccionar el piano, y él le compuso esta pequeña sonata sin título, en cuyo encabezamiento llevaba escrito "para Elisa", en referencia a la destinataria. La pieza pronto se hizo muy popular y se pedía con ese título, con el que finalmente ha pasado a la Historia de la Música.

El 26 de Marzo de 1827, murió enfermo de neumonía y cirrosis. Su funeral y entierro congregó a miles de personas, toda Austria rindió homenaje al compositor que tuvo unas pompas fúnebres dignas de un jefe de Estado.
Su funeral fue multitudinario, miles de personas despidieron su ataúd y tuvo las honras fúnebres de un jefe de Estado.
Ya tienen suficiente como para empezar a indagar en la vida de este extraordinario músico y personaje, en cuya biografía encontrarán regocijantes anécdotas que les harán pasar un ameno rato de ocio, bastante más interesante que ver idioteces aburridas en la tele y mucho más divertido que ir al bar más de la cuenta, a gastar los cuartos de mala manera. Por supuesto, no se pierdan su música y no dejen de hacerse con una buena edición de sus sinfonías y obras principales o sus sonatas para piano interpretadas por algún músico de calidad. No compren mediocridades. Las mejores grabaciones son las de Deustche Gramophon, la discográfica más importante de la Música Clásica; si no las encuentra en esta prestigiosa casa, pruebe en DECCA, la otra gran compañía de Clásica tan prestigiosa como la alemana;  EMI Classics y Phillips también tienen buenas ediciones en sus catálogos. Las mejores orquestas que han interpretado sus sinfonías han sido, por supuesto, la Orquesta Filarmónica de Berlín y la Orquesta Sinfónica de Londres; son las que han dado su dimensión más completa y grandiosa a estas complicadas y grandes composiciones. También pueden ser de su agrado la Orquesta Sinfónica de Boston, la Philarmonia Orchestra, especializada en grabaciones, y la Orquesta Sinfónica de la Radio de Baviera, más especialista en otros compositores. El mejor director para Beethoven ha sido sin duda Herbert Von Karajan, aunque hay otros que han dado versiones muy interesantes, como Lorin Maazel, Frerenc Fricsay o Baremboim, entre otros muchos grandes directores que lo han interpretado. Procuren usar siempre que sea posible, un buen equipo estereofónico y si usan auriculares, intenten que sean de la mejor calidad posible, de esos con grandes cascos que tapan las orejas cómodamente. También pueden ponerlo como música ambiente en casa, compartiéndolo con toda su familia a quien sin duda, agradará la idea. A los niños les encanta la música clásica.