Ya va tiempo que no nos dedicábamos al tema de la Naturaleza, siempre ameno e interesante cuando no hay nada mejor que echarse al coleto. Repasando los artículos anteriores hemos caído en la cuenta de que nos hemos dejado de lado a los vertebrados más primitivos que pululan por nuestros alrededores. Los anfibios y reptiles locales también son una fuente segura de entretenimiento y un excelente objeto de investigación, ideal para los aficionados a las Ciencias Naturales que desean dar un paso más allá de la mera recopilación de conocimientos, hacia la observación activa y la experimentación, siempre a niveles amateur, claro.
No podemos presumir de una gran diversidad en estas dos clases, pero a pesar de que lo que sobrevive por nuestros lares es lo más vulgar de esta fauna, no por ello está desposeída de interés. Sobre todo, con el manifiesto desconocimiento general que sobre este tema es moneda corriente. A pesar de esto, incluso tenemos algun espécimen sorprendente por sus costumbres y el hábitat escogido para medrar con éxito.
Es el caso de los peculiares tritones punteados que viven en las acequias de canalización de las aguas de lluvia que discurren junto a la Estación del Norte, bajo la fábrica de Arcelor. En estas canalizaciones inundadas todo el año, ricas en algas verdes y plantas acuáticas, con un rico fondo de sedimentos fangosos repleto de larvas de insecto, tardígrados y en fin, una cadena trófica que conforma un hábitat adecuado, encuentra su hogar el citado Tritón punteado, Triturus vulgaris. Este animalito mide unos 11 cm. y durante la época de celo, el macho ostenta una cresta dorsal. La hembra pone de 100 a 250 huevos en las plantas acuáticas. La metamorfosis se produce a los tres meses tras los cuales abandonan el agua, a la que acuden sólo en época de reproducción. El resto del año, viven entre la hojarasca del bosque que puebla el talud de tierra bajo el alto muro de la fábrica, con la sombra y la humedad asegurada incluso en el verano. Se alimentan de insectos, gusanos, caracoles, y larvas que abundan en su hábitat; también devoran renacuajos y huevos de otros anfibios.
El anfibio más común en nuestros campos y jardines públicos es, sin duda, el Sapo común, Bufo bufo, cuyas llamadas nocturnas en las noches claras todos hemos oído alguna vez. Llega a tener un buen tamaño, los más gordos miden hasta 20 cm. Es nocturno y se alimenta de insectos, gusanos, y caracoles, a veces también de algún pequeño anfibio. Inverna en agujeros secos en tierra. El sapo sólo va al agua para procrear y poner los huevos que arrollan e hileras a las plantas acuáticas. Es abundantísimo en toda Europa y Asia. Tiene unas glándulas en la piel que segregan un líquido que sin ser tóxico, es desagradable, maloliente e irritante. Así que si ven uno, no se dediquen a molestarlo y a jugar con él.
En aguas limpias y someras, no es difícil atisbar alguna Rana verde menor, Rana esculenta, la más común de las que viven en Europa. La hembra es mayor que el macho y mide hasta 13 cm. Pone de 2000 a 3000 huevos en racimos, todos hemos podido observarlos en alguna charca, con ese aspecto gelatinoso. Se alimenta de insectos, arañas, gusanos y algún pececillo. Los adultos invernan en el cieno del fondo de las charcas. Les gusta tomar el sol. Los machos croan con su inconfundible "cra, cra" o también "oec, oec". Sus patas traseras se consideran un manjar en las mesas más selectas. Yo no las he probado, qué puedo decirles, prefiero unas buenas truchas o tal vez unos cangrejillos bien picantes; pero a buen hambre, ya se sabe.
En el bosque húmedo podremos encontrar con mucha suerte a la pequeña Ranita de San Antonio, Hyla arborea, que apenas llega a medir 4,5 cm. Cabe en un pulgar de hombre adulto. Personalmente, he tenido la fortuna de haber observado varias pero hay que meterse en la espesura más húmeda del bosque. Son de color verde adaptado al tono de la vegetación donde reside. Durante el celo, viven en el agua y la hembra pone 1000 huevos en racimos. Tras la puesta, los adultos vuelven a los árboles y arbustos donde viven. La ranita de San Antonio se alimenta de insectos y arañas. Inverna escondiéndose bajo las piedras o enterrándose en agujeros en tierra o en el cieno.
Los reptiles son ovíparos de sangre fría. El mayor que podemos encontrar aquí es la Vívora áspid, Vipera aspis, que llega a medir 80 cm. Además es bastante venenosa. Su ponzoña puede matar a un niño o intoxicar gravemente a un adulto. Esta simpática serpiente adora tomar el sol del mediodía en los terrenos pedregosos donde suele tener la madriguera, por lo que siempre se debe ser precavido al caminar por este tipo de terrenos en las horas calurosas del día, cuando es frecuente toparse con alguna. En ese caso, lo mejor es dar un rodeo dejando clara nuestra intención de no molestarla. Si decidimos darle la lata al bicho, la serpiente adoptará su espectacular postura defensiva, levantando la cabeza al estilo de las cobras. En ese momento, ya puede ser tarde para huir porque la vivora no avisa: una vez que se levanta, es para atacar lanzándose a gran velocidad hacia el tobillo del inoportuno paseante. Rara vez fallan el golpe. Puedo dar fé de que yo me he encontrado con decenas de ellas. Son mucho más comunes de lo que la gente de ciudad suele creer. Su colorido es de tonos grises muy discreto y mimético, así que no es fácil verla de lejos.
Frecuente, aunque no abundante, es el Lagarto verde, Lacerta viridis, que en nuestra latitud no llega al tamaño que alcanza en Castilla o Andalucía. Este lagarto es buen trepador, lo que le va bien para cazar los insectos, moluscos, lagartijas y serpientes de las que se alimenta. Se aparea en primavera y la hembra pone en junio de 5 a 13 huevos. Excava madrigueras de hasta un metro, donde pasa en invierno.
También el Lución, Anguis fragilis, es un habitante común en nuestros prados y jardines, donde consume caracoles e insectos con fruición. Es ovovivíparo. No tiene patas, por lo que los ignorantes lo confunden con culebras. Llega a medir 50 cm y está extendido por toda Europa.
Por último, el más común de nuestros reptiles, la Lagartija común septentrional, Lacerta muralis, que cuenta con multitud de subespecies y localismos. Mide hasta 20 cm. Es agilísima trepadora. Devora insectos, arañas y gusanos. En mayo y junio las hembras ponen hasta ocho huevos en el suelo. Hiberna en grietas dentro de los muros, bajo piedras, etc.
Sin duda, en la observación de estas especies encontrarán un entretenimiento mucho más noble que el que tristemente se acostumbra aquí, que no es otro que el de ir de bar en bar observando el fondo de los vasos meditando sobre los goles del domingo, diciendo estupideces, hablando mal de los demás y peor aún, permitiendo que sus hijos les observen a su vez a ustedes mismos en tan lamentable estado, haciendo que se sientan avergonzados de la conducta de sus progenitores. Sean capaces de darles un ejemplo mejor e incúlqueles el amor por la Naturaleza y el gusto por las Ciencias y el esfuerzo propio. Y además dejarán de gastar un dinero valioso en cosas inútiles.
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