Y por ese mismo devenir, en todas las épocas han existido mujeres idolatradas por su belleza, famosas y envidiadas entre las demás mujeres que, al igual que hoy día, eran objeto de deseo y ornato del prestigio personal de los afortunados del momento, en los tiempos antiguos igual que en los modernos, reyes, príncipes, nobles y ricos comerciantes. Las mujeres bellas pueden llegar a ser verdaderamente poderosas e influyentes, sobre todo cuando a su belleza se une una inteligencia igualmente excepcional. Algo que, por cierto no es algo infrecuente. Casi todas las mujeres verdaderamente bellas suelen poseer también el adorno de una notable inteligencia, todos conocemos muchos casos de hoy día que sería prolijo enumerar.
Pero ninguna mujer ha brillado con la intensidad rutilante e inalcanzable de la más bella mujer de la Antigüedad, más fascinante que Cleopatra, más regia que Nefertiti, incomparablemente más hermosa que Letizia de España, Rania de Jordania o Gracia de Mónaco y mucho más poderosa que todas ellas juntas. Con permiso de Helena de Troya, Gala Placidia podría haber sido la mujer más bella y deseada de todos los tiempos.
Gala Placidia, nacida aproximadamente en el 388, era hija del emperador romano Teodosio I y de su segunda esposa Gala, emperatriz consorte de Constancio III, emperador de Occidente. Era hija, hermana y madre de emperadores. Culta, elegante, refinada, exquisita y de una belleza que no dejaba indiferente a nadie, se convirtió en la persona más importante de su época. Ferviente cristiana, fundó numerosas iglesias y conventos a lo largo de su vida.
Durante el sitio a Roma , en el 409, fue hecha prisionera de los Visigodos, que la llevaron de tour en sus incursiones por Italia y la Galia. Allí se enamoró perdidamente de Ataúlfo, cuñado del rey Alarico. Al morir éste, Gala y Ataúlfo se casaron y se convirtieron en reyes de los Visigodos, en la Hispania post romana. Tuvieron un hijo, Teodorico, que murió muy joven. No mucho después, Ataúlfo murió asesinado por el criado de un noble al que quería matar. Le sucedió el malvado Ligerico, que deseaba ardientemente poseer a Gala Placidia. Esta no quiso corresponderle y Ligerico mató a los hijos de la familia real, redujo a Gala a la esclavitud y la mandó azotar. Tampoco consiguió doblegar la voluntad de Gala y la obligó a caminar semidesnuda y descalza ante su caballo, en una jornada de dieciséis kilómetros por los duros caminos de la época. No fue suficiente. A los siete días, apareció Wallia con un ejército, la rescató y le dió a Ligerico lo suyo. Wallia la devolvió a Roma, a cambio de mejorar los tratados de suministro de trigo con el imperio.
Su hermano Honorio la obligó a casarse con el general Constancio, con el que tuvo dos hijos: Valentino III y Honoria. Honorio la deseaba intensamente y la intentó violar, lo que supuso un enorme escándalo que Gala Placidia aprovechó para poner tierra por medio y huir a Constantinopla donde, una vez coronado emperador su hijo Valentino III a la edad de seis años, ocupó la regencia hasta el 437. Murió en Roma, en el año 450.
Su vida tuvo todos los ingredientes para una película taquillera o un manga de éxito: aventuras y peligros sin fin, un romance apasionado, sexo, traiciones y conspiraciones en la sombra, poder; una bella y frágil princesa perteneciente a una de las familias reales más poderosas de la Tierra en aquel momento, que se ve envuelta en el centro del torbellino de las decisiones políticas más importantes de la época, rodeada de rudos guerreros y terribles monarcas visigodos.
Gala Placidia, nacida aproximadamente en el 388, era hija del emperador romano Teodosio I y de su segunda esposa Gala, emperatriz consorte de Constancio III, emperador de Occidente. Era hija, hermana y madre de emperadores. Culta, elegante, refinada, exquisita y de una belleza que no dejaba indiferente a nadie, se convirtió en la persona más importante de su época. Ferviente cristiana, fundó numerosas iglesias y conventos a lo largo de su vida.
Durante el sitio a Roma , en el 409, fue hecha prisionera de los Visigodos, que la llevaron de tour en sus incursiones por Italia y la Galia. Allí se enamoró perdidamente de Ataúlfo, cuñado del rey Alarico. Al morir éste, Gala y Ataúlfo se casaron y se convirtieron en reyes de los Visigodos, en la Hispania post romana. Tuvieron un hijo, Teodorico, que murió muy joven. No mucho después, Ataúlfo murió asesinado por el criado de un noble al que quería matar. Le sucedió el malvado Ligerico, que deseaba ardientemente poseer a Gala Placidia. Esta no quiso corresponderle y Ligerico mató a los hijos de la familia real, redujo a Gala a la esclavitud y la mandó azotar. Tampoco consiguió doblegar la voluntad de Gala y la obligó a caminar semidesnuda y descalza ante su caballo, en una jornada de dieciséis kilómetros por los duros caminos de la época. No fue suficiente. A los siete días, apareció Wallia con un ejército, la rescató y le dió a Ligerico lo suyo. Wallia la devolvió a Roma, a cambio de mejorar los tratados de suministro de trigo con el imperio.
Su hermano Honorio la obligó a casarse con el general Constancio, con el que tuvo dos hijos: Valentino III y Honoria. Honorio la deseaba intensamente y la intentó violar, lo que supuso un enorme escándalo que Gala Placidia aprovechó para poner tierra por medio y huir a Constantinopla donde, una vez coronado emperador su hijo Valentino III a la edad de seis años, ocupó la regencia hasta el 437. Murió en Roma, en el año 450.
Su vida tuvo todos los ingredientes para una película taquillera o un manga de éxito: aventuras y peligros sin fin, un romance apasionado, sexo, traiciones y conspiraciones en la sombra, poder; una bella y frágil princesa perteneciente a una de las familias reales más poderosas de la Tierra en aquel momento, que se ve envuelta en el centro del torbellino de las decisiones políticas más importantes de la época, rodeada de rudos guerreros y terribles monarcas visigodos.