sábado, 21 de mayo de 2011

Mujeres, al paritorio; hombres, al cagadero.

Escucha, oh Muchacho; escucha, oh Muchacha.
Chico de pétreo pene y desbocada lubricidad, chica de firmes senos e imaginativa sensualidad. Escuchad con atención.
Muchacho de pene cimbreante cara al viento, muchacha de pezones altivos y martirizado clítoris; delirantes y enloquecidos en el frenesí masturbatorio.
Mancebo de miembro erecto cual duro fierro; doncella de hermosa piel y excitada vagina, desnuda frente al mundo.
Prestad atención si queda alguna parte de vuestra inteligencia, que un día fue privilegiada, capaz de pensar.
Pues os anuncio vuestro destino, el fin para el que fuisteis creados. El sentido áspero de vuestra inane vida; el destino del manso rebaño nacido en la depravación, criado en el tumulto y la molicie.
Pues nacísteis ya en el pecado de vuestros padres degenerados que a su vez eran hijos del atraso, la violencia, la envidia, el cainismo, todo ello en grado sumo. Y que no contentos con todo esto, además se regocijaban y holgaban en alardear de su maldad, unos frente a otros pecando sin pudor alguno, yaciendo públicamente en el maloliente charco de sus excrementos, sangre menstrual y viles inmundicias; haciendo burla de Dios a quien tanto debemos, mofándose de quienes practican el bien, elevando a moralidad vigente la más depravada abyección profanando lo más valioso que tenemos.
Muchachas que pariréis despatarradas sobre el potro ginecológico la nueva generación de subnormales que nos sustituirán en la carrera vital; muchachos que nutriréis los talleres, oficinas y fábricas cagando con alegría en las letrinas comunales, satisfechos de vuestros futuros vendidos al señor feudal del contrato fijo.
Este es vuestro destino, grabároslo en lo que os queda de mente lúcida. Incapaces de hacer nada más que seguir a la manada amosquilada y mostrenca, sin más recorrido que el gris fin de semana de borrachera y drogas para continuar en alegre alienación colectiva.
Mujeres, al paritorio; Hombres, al cagadero.
Cagad hasta que rebosen las letrinas, comed y volved a cagar.
Cagar. Cagar, sí; cagar, cagar y cagar.
Cagaos unos a otros, cagaos en vuestras bocas y tragad vuestra mierda. Ñam, ñam, ñam. Saboread vuestros zurullos con delectación de sibarita. Lamed los menstruos del coño de vuestras novias y esposas, agradecidas putas de contrato matrimonial con piso pagado y nómina fija.
Vedlas parir mientras filmáis en digital el coño extradilatado con cabeza del neonato asomando en primer plano, sanguinolento como un parte de guerra. Vuestro hijo: bello fruto de las noches de jodienda legal. Admirad vuestra sucia obra. Regocijaos con orgullosos abuelos y envidiosos tíos, de la continuidad de la maravillosa raza y linaje, mientras hacéis planes programando su futura vida que será tan vacua como la vuestra. Un nuevo subnormal en un mundo de subnormales, estaréis orgullosos. Un futuro lerdo con gorra de béisbol puesta del revés y pantalones cortos bajados casi hasta la ingle, víctima fácil de las promociones comerciales y las modas con las que le quieran hacerse sentir moderno y auténtico.
Hijos e hijas con el mismo destino de todos los que les precedieron. Incapaces de decidir que están hartos de tanta degeneración, imposibilitados por la atrofia mental de intentar cambiar las cosas y de emprender una nueva vida, la que cada uno sin coacciones decida, donde la sinceridad sea un valor en alza, donde la autenticidad no sea llevar la moda del momento.
Mujeres, al paritorio; hombres, al cagadero.

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