jueves, 29 de diciembre de 2011

Los árboles autóctonos: frondosas


No todos los árboles con que nos cruzamos en nuestro paseo diario son de nombre conocido para nosotros. De hecho aparte de los consabidos robles y hayas, por lo general ignoramos de qué especie son casi todos los demás, a pesar de estar rodeados de alisos, fresnos, encinas, coníferas, sauces y un amplio abanico de especies habituales en nuestros montes y parques. Unas porque forman parte del ecosistema autóctono y otras porque su porte o belleza las hacen deseables como arbol ornamental, siendo algunas de estas últimas de procedencia exótica como las sequoyas, los cedros o los magnolios que encontramos con frecuencia en los jardines públicos.

Roble joven: este quercus robur es uno de los muchos que se encuentran
en nuestro entorno próximo. Hibridan con facilidad con el Roble albar, por
lo que es difícil distinguirlos. Foto: B.R. el Blog de Bernar

Empecemos con las especies locales más conocidas, todas ellas frondosas de gran porte y hoja caduca. Las coníferas fueron introducidas para paliar la deforestación una vez desaparecida gran parte del bosque primigenio que cubría nuestros montes, que junto con un espeso sotobosque formaba una rica y enmarañada selva. De ellas me ocuparé en otro artículo.

Todos sabemos qué aspecto tiene un roble: es ese recio árbol de gran porte con amplia copa con grandes ramas en desarrollo y esas típicas hojas con muchos lóbulos que aparecen en el escudo de Guipúzcoa como símbolo de fuerza. También lo conocemos por sus bellotas a pesar de no ser el único árbol que produce este fruto. La madera de roble, resistente y duradera, se utilizó en construcción para gruesas vigas, tabiques y suelos de tablazón, y para toda obra que requiriese especial resistencia y durabilidad; los restos como pequeñas ramas, etc. son excelente leña para chimeneas ya que es una madera que tiene un gran poder calorífico. Aquí se da mayormente el Roble Albar, Quercus petraea, y el también conocido como Carballo Quercus robur, una de las muchas subespecies peninsulares de roble.
También fue muy utilizada la madera de encina muy rica en tanino por lo que no se pudre. Gruesas tablazones de encina hacían rebotar las balas de cañón en los barcos de guerra de antaño y sus bellotas alimentan a extensas piaras de cerdos dando fino gusto a sus carnes. Era árbol protector y simbólico para los druidas, como se puede ver en el encinar o artadi detrás de la Antigua, un antiquísimo lugar de culto precristiano que debería permanecer intacto y protegido de todo tumulto y perturbación. Estas encinas de la Antigua son sin duda uno de los mejores grupos de árboles plantados por la mano del hombre que hay en Zumárraga; tienen un grandioso porte de más de 20 m. de alto pero aún son bastante jóvenes. Pueden llegar a medir 40 m. y dar toneladas de bellota.



Alisos en el Urola: los Alisos, Alnus glutinosa, gustan de la cercanía del agua y
son frecuentes bordeando cursos fluviales. Su esbelto porte y sus hojas verde oscuro,
los hacen inconfundibles Foto: B.R. el Blog de Bernar
Muchos se preguntan qué árboles son esos que bordean el río, de brillantes hojas verde oscuro, por lo general bastante altos, más de 25 o 30 m., con un tronco central recto del que salen las ramas laterales cubierto de una corteza oscura, negra cuando se moja con la lluvia. Son de esos árboles sin nombre a los que se suelen referir como "aquellos árboles" pero tienen nombre y uso: son los Alisos, Alnus glutinosa, árboles de bello porte cuya madera se utiliza para instrumentos musicales. Su tronco central es alto y esbelto; hojas redondeadas, obovoides, doblemente dentadas, lampiñas de color verde intenso, pegajosas en su juventud. Su fruto, una pequeña piña ovalada, les hace fácilmente reconocibles. Crecen a orillas de los cursos fluviales proporcionando zonas de grata sombra que favorecen la formación de sotobosque y vegetación ribereña lo que ayuda a ralentizar las aguas cuando se desbordan los cauces fluviales.
Igualmente, son frecuentes los fresnos formando parte del bosque y en valles y paseos; el Fresno común, Fraxinus excelsior, es un árbol generalmente de buen porte con ramas verde grisáceas. Yemas negruzcas ovoides. Hojas compuestas muy características, imparipinnadas con 4 ó 5 pares de pínnulas; foliolos sentados, ovoides lanceolados, largamente acuminados, cuneiformes en la base, con bordes dentados con dientes pequeños y agudos, lampiños. Flores desnudas, hermafroditas. El fruto es una nuez estrecha alargada de color marrón brillante, sobre pedúnculos colgantes. Florece de abril a mayo. Su madera blanca y muy dura se usa en ebanistería y para fabricar esos bastones con los que los maestros ingleses descostillaban a sus desdichados mozalbetes.
El Sauce común o Sauce caprino, Salix caprea, tal vez el más frecuente de nuestros arbustos silvestres, abunda en las lindes y claros de bosque, laderas, regatos y en cualquier ladera o descampado húmedo. Es un arbusto densamente ramificado, con hojas alargadas, irregularmente dentadas, grises en el envés y brillantes en el haz. Sus flores con estambres amarillos en forma de cola de zorro anuncian la primavera en marzo. De su corteza se extrae el ácido acetil salicílico.
También es medicinal la corteza del Abedul, Betula pendula, de inconfundible color blanco con vetas horizontales, es un árbol de buen porte con troncos delgados y erguidos. Hojas de romboidales a cordiformes trígonas, ligeramente acuminadas, lampiñas, doblemente aserradas. Adquieren un bello tono amarillo brillante en otoño y un fresco verde claro en verano, por lo que se usan en parques. Crece silvestre en bosques, laderas y rocas. Florece en Abril y Mayo.
Junto con el roble, el árbol característico de nuestro ecosistema es el Haya, Fagus sylvatica, que antaño formó un denso bosque en el macizo de Izaspi. En su estado natural, sin intervención humana, un haya se hace gigantesca: posee un gran tronco central recto y grueso que puede alcanzar en pleno desarrollo más de 40m. de altura. Este tipo de haya aún se puede ver en la Sierra de la Demanda. En nuestro entorno, sin embargo, este tronco central se corta dejando que las ramas laterales se desarrollen verticalmente formando nuevos troncos secundarios sobre un grueso y corto tocón, resto del primitivo tronco central que sigue creciendo en grosor soportando toda la estructura del árbol que adquiere el desarrollo característico de las hayas locales. Estos nuevos troncos cuando alcanzan grosor suficiente siguen proporcionando madera con cortas selectivas que permiten al árbol seguir su desarrollo sin sufrir daños. La madera de haya es muy compacta, no se aprecian vetas, es de color claro rojizo muy bello y se puede mecanizar con mucha precisión, por lo que es muy apreciada en ebanistería.

Grupo de abedules: el Abedul, Betula pendula, es frecuente en los bosques y
utilizado como árbol ornamental en parques. El tono dorado de la hojas
alarga la escasa luz invernal. Su característica corteza blanca es medicinal.
Foto: B.R. el Blog de Bernar

El haya posee una dura corteza gris claro, hojas pecioladas con el borde casi entero, anchas ovoides, cuneiformes en la base, lampiñas. Flores femeninas en grupos de dos envueltas en una cúpula que se abre a través de cuatro valvas. Fruto hidehiscente trígono, el conocido hayuco sustento de muchos animales: desde ardillas que los coleccionan con delirio,  hasta ciervos y jabalíes. Yo también los he probado y no están mal, qué les voy a decir. Con buen apetito, ya se sabe.
Imprescindible fuente de sustento para el paseante y el animal del bosque es el Castaño, Castanea sativa, cuyo sabroso fruto todos hemos disfrutado con fruición en nuestros paseos otoñales. Es de tronco corto y corteza gris oscura. Hojas con peciolos cortos, alargadas lanceoladas, recias, muy aserradas. Flores masculinas en fascículos erectos y femeninas solitarias o en grupos de dos o tres. Su fruto es la conocida castaña marrón oscura brillante y coriácea. Lo malo de nuestros castaños silvestres es que les gustan los terrenos de difícil acceso tales como escarpadas laderas o profundas vaguadas. Buena suerte.
Si no les agradan esas aventuras siempre pueden probar con los fáciles avellanos que pueblan el Bidegorri y muchos setos y jardines. También se encuentra silvestre y es una melancólica estampa típica de enero la de los avellanos en flor bajo la persistente y fría lluvia. Es una de las plantas que florecen antes con flores masculinas en forma de amento de hasta 5 cm. de largo y las femeninas enanas gemiformes con dos estigmas filiformes. El Avellano, Corylus avellana, es un arbusto muy ramificado con varas largas y rectas muy utilizadas como bastón, hojas pecioladas de obovoides a redondeadas, doblemente aserradas.
Hoy se pueden ver nogales plantados para explotación, apenas quedan silvestres cubriendo el suelo del bosque con su densísima sombra. El Nogal, Juglans regia, de bella madera noble muy apreciada, lo que motivó su sobretala y casi desaparición de nuestros bosques, es una frondosa de buen porte, hojas imparipinnadas con tres o cuatro pares de foliolos verde oscuros, olorosos, con el borde entero, ovoides. Flores masculinas como amento en las axilas de los retoños del año anterior y femeninas como estigma en los extremos de los retoños anuales. Fruto en drupa con endocarpo duro, la nuez comestible que todos conocemos, el resto del fruto es incomestible.
En la mayor parte de la Península, ya sólo se pueden disfrutar estos árboles en parques y jardines donde se conservan como el valioso tesoro que son. Aquí aún podemos pasear entre auténticos bosques que son un lujo desaparecido en casi toda España. Fuera de la línea que separa la España húmeda de la seca, las manchas forestales sobreviven en lo más recóndito de los sistemas montañosos, lejos del alcance de los leñadores. No está mal saber cuáles son los principales árboles de nuestros bosques. Sin duda, la observación y reconocimiento de estas sencillas especies les motivará mucho más en su paseo consuetudinario y podrán asombrarse explorando lo inmediato a nosotros, dándose cuenta al momento de que no es necesario ir a Magadascar para encontrar maravillas de la Naturaleza que es necesario conservar a toda costa, ya que estas nos rodean por todas partes; sólo es necesario tener cierto espíritu aventurero, afición por las Ciencias, buen humor y una buena guía de campo a mano.

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