jueves, 12 de abril de 2012

Volver a la Iglesia. Tantum Ergo

Queridos lectores: tras la inmersión en las aguas de la espiritualidad de la Semana Santa, es posible que muchos deseen continuar en el reiniciado camino del Catolicismo; es el momento de aprovechar para tomarse unos breves días de meditación sobre el hecho religioso que a fin de cuentas, preocupa a todo ser humano con un mínimo de capacidad de raciocinio. Sí. La incordiante comezón de la conciencia existe a pesar de nuestros esfuerzos por aniquilar cualquier atisbo de Fé en Dios, por minúsculo que este sea. Pero en el fondo de nuestro corazón la intuición de Dios se empeña en permanecer, más aún cuando vemos la impostura y escasa autenticidad de los modelos morales que una mal pergeñada modernidad trata de imponernos, ídolos con pies de barro, fuegos artificiales, flores de un día. El hombre decepciona al hombre si se despoja de su cualidad de hijo de un ser superior.

El Catolicismo sigue siendo una respuesta vigente a las cuestiones morales
del mundo moderno. Foto: B.R. el Blog de Bernar

El Catolicismo sigue siendo una respuesta vigente a las cuestiones morales del mundo actual y la mejor alternativa como camino de perfección del ser humano.
Personalmente, siempre me ha parecido sumamente atractiva la concepción del hecho religioso que profesan los Jesuitas, siempre en el ojo del huracán con sus puntos de vista creativos y muchas veces incomprendidos por las altas jerarquías de la Iglesia. El Cardenal Spidlik, desafortunadamente para nosotros ya gozando de la presencia del Señor, tenía un pensamiento que me agrada y que no me canso de repetir a todo el que me pregunta sobre el tema: a Dios no se llega con el pensamiento, sino con la intuición.

Conozco a personas que mediante la lectura de profundísimos ensayos teológicos tratan de acercarse a la divinidad y cuanto más leen más y mayores son sus dudas, algo por otra parte siempre saludable. Otros, simplemente contemplando la Creación que nos rodea y la vida e inteligencia que nos ha sido otorgada como regalo, les basta para aceptar con alegría y confianza a Dios, entendiendo estos dones como efecto de su existencia. También las hay que van hasta el monasterio más recóndito de Asia rodeados de cámaras para testimoniar el grado de iluminación que han encontrado allá. Otras sin embargo, encuentran en los ritos de las religiones a su alcance los mismos medios y fines que tiene el Budismo más exótico que son, como en todas las religiones, la búsqueda de la unión mística con el Ser Supremo; ocurre en el mencionado Budismo con su elevada mística, pero casi exacta es la honorable y fascinante mística del Islam o las diferentes variantes reconocidas del Cristianismo. El mismo fin persigue repetir mantras en la meditación trascendental que la práctica del rezo del Rosario.

Todo consiste en ir probando. A muchos les gusta el chocolate con pimienta. Para ayudarles a mantener su recuperada Fé y echar una mano a quienes desean convertirse, B.R. les recomienda una película más. Vaya por delante que ningún cura preconciliar les recomendaría ver Simón del Desierto de Luis Buñuel, pero que sin duda uno moderno obtendría interesantes puntos de vista que probablemente llevaría a sus sermones.

Tantum Ergo.

Simón del Desierto es un seguidor de San Simeón el Estilita que, sobre una columna de unos nueve metros de altura, se dedicaba a la ascésis compaginando su peculiar eremitorio con la evangelización de todo el que se acercaba a escucharle, a veces multitudes. Desde lo alto y sin descender de ella jamás, predicaba a diestro y siniestro, realizaba milagros, oraba y cantaba al Señor, bendecía a todo viviente que pasaba cerca y recibía peculiares visitas, como la de los monjes de un monasterio cercano que le proveen de alimentos y agua que apenas prueba. También como no, sufre de tentaciones por parte del Maligno, encarnado por Silvia Pinal con notable carisma.
A lo largo de la película se suceden inolvidables secuencias con originales reflexiones sobre la santidad, el pecado, la tentación y el Demonio, la ascésis y la vivencia religiosa de cada uno. Como suele ocurrir a menudo, el iconoclasta se convierte sin pretenderlo, o acaso pretendiéndolo completamente, en alguien que muestra un punto de vista y experiencia espiritual más profunda de lo ordinario. Hay que decir que en ningún momento se trata al personaje de manera indigna sino todo lo contrario, queda siempre patente su santidad pura como la nieve frente a la hipocresía y maldad del mundo que le rodea, lo que da lugar a hilarantes secuencias donde la demoledora inocencia y sentido común del asceta acaban resultando provocativas.

La película, además de ser desternillante y hacerles pasar un buen rato, sin duda les ayudará a pulir con un cierto enfoque subversivo sus reflexiones y en cualquier caso no les dejará indiferentes. Recuerden que el Cristianismo acoge mal a los cobardes. Véanla y vuelvan a la Iglesia sin complejos.

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