viernes, 27 de enero de 2012

Pelea a muerte en Huerta de Arriba

La verdad es que ya veníamos calientes de Valdepez, después de haber estado en las salvajes fiestas de Salas de los Infantes hasta las tres de la madrugada más o menos. Alguien dijo "a Valdepez" y nos metimos todos en el coche. Dábamos bandazos infernales por aquellas carreteras de montaña reparcheadas, borrachos perdidos, hasta las cartolas de speed y con la música rock a tope en el radio cassette del Seat 127, así entramos en Valdepez, dando el cantazo más molón del momento y entrando al pueblo como estrellas del rocanrol según nosotros, llamando lamentablemente la atención según los que nunca han disfrutado de la fiesta.

Allí estoy yo, como de costumbre testigo de la
gañana condición humana. Foto: B.R. el Blog de Bernar
Entramos en tromba en el primer bar que se puso en nuestro camino y saqueamos la barra pidiendo lo más fuerte que pudiera darnos. El cachas de Sony bramaba como un toro con sus amigotes a coro futbolero y el resto de la panda uniéndose en el universal Athleeeetic que nos une a todos los vascos cuando estamos de vacaciones en Castilla, en el puto pueblo de los viejos pasando un mes entero. Los amigotes, claro está, son de idéntica condición, bilbaínos de pura cepa baracaldesa. Más chulos que veinte.

Allí estoy yo, testigo como de costumbre de la gañana condición humana.

Se nos había pegado el Chusma, alias Chorriminga, en Salas; pero en una de sus demostraciones corriendo cuarenta metros hacia atrás como en los entrenamientos de su equipo de balonmano, tropezó con un bestia del campo que iba igual de cocido que él. Dos mulos en apuros. Los absurdos razonamientos de Chorriminga no apaciguan al mocetón que entre risas y veras está cada vez más mosqueado. Chorriminga, en lugar de disculparse y darse el bote de allí, trata de convencerle de las bondades del balonmano con una demostración de bloqueo del oponente. El gañán se cree que además de vacilarle le trata de atacar y en respuesta le lanza un puñetazo a la mandíbula. Chorriminga no se arredra, adopta pose de boxeador y lanza un perfecto crochet que le alcanza al otro de lleno. El campesino se recupera rápidamente y comienza un duro intercambio de puñetazos. Mientras se peleaban concienzudamente cuales dos encelados becerros aprovechamos para darle el esquinazo dirigiéndonos discretamente al coche, dejando a nuestras espaldas el ruido de los puñetazos y el jaleo de la gente que había formado corro.
Al entrar en el coche y antes de arrancar, las preceptivas rayotas de speed. A medio camino, suena en el radio cassette una canción molona, así que paramos el seat 127 en mitad de la carretera y salimos a bailar y a dar alaridos. Uno es el cantante, otro el punteo, otro el rítmica. Sony no puede más, avanza balbuciente hacia la cuneta, se inclina y vomita estruendosamente, con toda la potencia de la que sus bien esculpidos abdominales son capaces. Los demás jo, jo, jó, eehh, eehh, buahh, buahh, aupa athletic, aupa Sony eres grande colega hasta la muerte y somos la hostia todos aquí. Ha sido una pota sufrida, sentencia Sony, ha sido una pota sudada. En ese estado continuamos hasta Valdepez, como estaba contando. Después de repostar convenientemente volvimos al seat 127 a continuar la ruta. Próxima parada, las salvajes fiestas de Huerta de Arriba.


Tasín quería armarla parda, enseguida empezaron las hostias.
Foto: B.R. el Blog de Bernar
Algunos de los mozos de nuestro pueblo habían llegado antes que nosotros y aparcamos junto a sus coches a las afueras del pueblo. Huerta de Arriba está a más de 1100 m. sobre el nivel del mar. Hacía un frio tremendo y tras pasar por la verbena que estaba en su punto álgido nos fuimos al calor del local de juventudes que estaba hasta el techo de gente, todos con una curda sensacional. No tardaron a entrar compactos como un equipo de fútbol los susodichos mozos naturales de nuestro pueblo, montaraces y peleones conocidos en toda la Sierra. Son rudos, duros y muy fuertes, curtidos por el aire libre del monte, llevan toda la noche bebiendo un gin-tonic tras otro y su diversión favorita es montar gresca. Entre ellos se ha metido el Tasín, alto, delgado y muy nervioso. No es mal chico, pero no se come una rosca y últimamente cualquier cosa le hace saltar. No está acostumbrado a la juerga dura como los otros y ha bebido más de lo que debería. Fija la  mirada en un tipo de la barra, un tipo cualquiera, un currela del campo pasando las fiestas acompañado de las primas guapas de la ciudad como hay cientos en verano, pero Tasín lo ha escogido como blanco de su odio contenido. No pasa mucho tiempo hasta que una de las chicas le avisa al tipo de que hay un extraño mirándole con insistencia desde hace un rato.
El tipo no hace caso al principio, pero Tasín insiste en su impertinente fijación. Las chicas empiezan a sentirse claramente molestas; el tipo decide que ya está bien e interviene en la extraña situación.¿Te pasa algo? Tasín contesta bravío y farruco, el otro se acerca reclamando su territorio con aire desafiante. Tasín se encrespa como un gallo de pelea y pasa directamente a los insultos buscando armarla parda.
Estaba a punto de montarse una de esas legendarias peleas entre pueblos de las que tanto habíamos oído hablar. Sony empezó a tensar los músculos motivado por el calentorro ambiente. Decidimos evacuarnos rápidamente de allí. Mientras organizábamos la evacuación ocurrió lo inevitable.
El desconocido comprende la situación rápidamente y le suelta una buena hostia a Tasín que recula unos pasos atrás sin llegar a perder el equilibrio, era el estímulo que necesitaba. Dando espantosos alaridos se lanza como un tigre hacia adelante con todo su cuerpo en tensión, lanzando puñetazos a ciegas a diestro y siniestro. ¡Que le mato!¡Que le mato! gritaba a voz en cuello, histérico perdido. Las chicas se apartan horrorizadas y el desconocido que no ha necesitado sus mejores facultades físicas para esquivar al mequetrefe, no sabe si reirse o llorar. Decide coger a las chicas y largarse de allí mientras en el abarrotado local estalla el todos contra todos.
Sony con Javi Cagüendiós, que tenía experiencia militar, se lucieron cubriendo nuestra salida. A nuestras espaldas queda una barahúnda infernal de gritos, blasfemias espantosas, juramentos de venganza para la eternidad y toda tu familia, ruido de hostias y de vasos rotos. Una vez fuera del local salimos a paso ligero, es decir, corriendo tratando de no llamar la atención, hacia el seat 127. Decidimos que por aquella noche ya era suficiente diversión, guardamos el resto del speed para el día siguiente, arrancamos y nos fuimos a nuestro pueblo escondido en la Sierra, a dormir como angelitos.

1 comentario:

  1. Este me ha gustado. Peca como los demás de alguna estereotipia, pero no es exagerada.

    Si señor, más de estos serán muy bienvenidos.

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