lunes, 13 de febrero de 2012

Mujeres, al paritorio; hombres, al cagadero 3ª parte

Foto: B.R. el Blog de Bernar
Matémonos unos a otros, sí matémonos de una maldita vez. Perezca esta raza inmunda que somos en el degolladero entre hermanos, vecinos, amigos y conocidos, de la guerra civil que deberíamos haber consumado hace mucho tiempo, cuando la oportunidad era cierta y el viril espíritu de combate aún ardía en el corazón de los hombres. Aunque no fuera más que deseo de venganza o mezquino desquite, era mucho más noble que el lodazal de excrementos en el que nadamos ahora, a tal degeneración hemos llegado.
Pues nos hemos condenado por nuestra propia depravación y molicie a quedarnos los peores mientras los buenos huyen lejos del cagadero. En su momento tuvimos la gran oportunidad de ponernos a la altura de las naciones que se toman en serio a sí mismas, ¿qué es lo que hicimos? todos lo vieron, abandonar el país a la chusma. Entre chekas y paracuellos el aterrorizado pueblo se volvió a hartar, el clamor lo recogieron los militares que, financiados por banqueros y creyéndose salvadores, nos regalaron aquel baño de sangre y represión y la dictadura por la que algunos tanto suspiran. Volvimos a tener la oportunidad, más y mejor, y volvimos a entregar el poder a la chusma. No habíamos aprendido nada. Repetimos el esquema con obstinada testarudez y nos condenamos otra vez al guerracivilismo y a la mierda de las dos Españas. De nuevo contaban más las apariencias y los grandes gestos que los hechos y la acción. De nuevo lo más canalla del patio de Monipodio en que se convirtió una vez más el país tomaba con cínico descaro los escaños de la Corte aprovechándose de  partidos políticos debilitados por pacatas ideologías de conveniencia y paralizados por su propia mezquindad, luchas intestinas, corrupción, intereses, traiciones y miedo a perder votos. Nunca llegó la democracia completa, la de verdad, todo quedó en una partitocracia descafeinada para las masas conformistas y encantados de habernos conocido. Engañaron y engañaron y engañaron hasta que se acabó el dinero ahorrado y el prestado también, y los bancos hartos de tanto bandolero cerraron el grifo y los trileros se quedaron sin clientela a quien seguir engañando.

Foto: B.R. el Blog de Bernar
Está claro, la Historia nos lo cuenta con su fria exposición de los hechos; tardamos más o menos cuatro generaciones a volver a liarla parda, a dedicarnos con saña al asesinato colectivo. Llega un momento en el que no se le puede seguir engañando al pueblo, en el que las promesas y las buenas intenciones dejan de convencer y ni siquiera los pequeños logros calman a los timados, toda la sociedad. Ese momento en el que el rey se queda desnudo frente al pueblo y el niño pregunta en voz alta lo que es evidente. Ese momento de ajustar cuentas de una puta vez. Ese momento terrible en el que las balas empiezan a silbar por las calles sin que nadie acierte a  explicar cómo y cuándo empezó. Ese momento en el que las palabras ya están de más y en las avenidas ocupadas por los tanques estalla el sálvese quien pueda. Necesitamos la catarsis sangrienta nacional al menos una vez cada siglo. Luego no nos preguntemos si sí o si no, sino cuando será la nueva autoinmolación, conscientes de que sobreviviendo sólo los mejores una nueva población regenerada y fuerte saldrá cual Ave Fénix del rescoldo y  las cenizas.
No parece otro nuestro destino a medio plazo, eso si antes no la liamos entre todos contra China, a ver quién dispara primero. Se empieza a escuchar un rumor inquietante que sacude a las masas con una suave onda sísmica, aún leve como un viento sobre los trigales, pero insistentemente creciente convirtiéndose en implacable terremoto; secretas consignas se cruzan esquina a esquina, ciudad a ciudad, profetizando el estallido inminente de la nueva inmolación en el baño de sangre colectivo. Todo el personal harto del engaño, de las estructuras laborales y sindicales cuasi mafiosas heredadas del franquismo y mantenidas hasta la ruina con tal de tener contentos a los estómagos agradecidos de siempre, no sea que monten una huelga general para arreglarlo todo, la única alternativa que saben proponer. Ya nadie quiere escuchar más soluciones, se agotó la palabrería barata y huera, la borrachera de demagogia. La visión de tanto holgazán privilegiado calentando poltrona con sus bufardas como en una ilustración de Furillo, de tanto putero, vago y sinvergüenza incompetente agraciados con la lotería del puesto fijo, es una provocación infame, una risotada cínica, insultante y salvaje a la cara del pueblo, una bomba cargada al máximo de presión a punto de estallar con la mínima chispa.

Así que hagámoslo ya. Salgamos a las calles todos en pelotas, dando salvajes alaridos de guerra, empuñando el cuchillo grande, el hacha, el machete o el bate de béisbol, todos al tumulto orgiástico de violaciones, venganzas, asesinatos porque sí, porque hoy me he levantado con ganas de matar, venganzas de venganzas, te odio desde siempre, te mato porque me has mirado, porque me caes mal, por maricón, por drogata y delincuente, por gitano, por payo, porque fuiste mi encargado y te odio desde entonces, porque tu piba está más buena que la mía, porque tu casa es mejor, porque me jode que te vistas bien, porque tu carro es más molón que el mío. Démonos con saña a la degollina hasta el final. Por el bien de la nación. Ahoguémonos en el río de sangre y que sobreviva el mejor, lo malo es que precisamente los más canallas tambíén suelen tener una asombrosa capacidad de supervivencia. Los que queden vivos, pronto se pondrán a follar como perras y perros y engendrarán una nueva camada ignorante y brutal dispuesta, orgullosa de su zafia animalidad, a repetir la historia y encarar con renovados bríos el sino inefable que les aguarda:

Mujeres, al paritorio; hombres, al cagadero.

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