martes, 17 de julio de 2012

La pequeña fauna local: el Eskalu o Piscardo.

Ya empiezan a estar lejanos aquellos días en que veíamos bajar las aguas del río Urola cada día de un color. Doy fé de que he visto el río coloreado en verde, amarillo, anaranjado, azul, negro, y una extensa gama de tintes que teñían el cauce imaginativamente, aportando con entusiasmo más residuos químicos al que fué uno de los ríos más contaminados del mundo. Hoy por fortuna y gracias a la estación depuradora, el panorama es radicalmente diferente.

La vida se recupera con rapidez en el antes sulfúrico ambiente del río Urola.

Se puede ver el fondo tapizado de algas fluviales en las zonas de aguas someras, donde el caudal fluye con tranquilidad, refugio de la protofauna que constituye el plancton fluvial, base alimentaria de la cadena trófica en este ecosistema. Estas algas indican salubridad del agua. No viven en ambientes ácidos. Consumen la materia orgánica depositada en el fondo y con su función clorofílica aportan oxígeno al agua. Bajo su protección otras especies desovan y prolifera la fauna del lecho fluvial, formada por larvas de insectos, pequeños moluscos y diminutos seres acuáticos de todos los tamaños por debajo de los 5 mm. Son los almacenes de alimento de un pequeño pez habitante de aguas fluviales limpias y preferentemente, bien oxigenadas. Se trata del Piscardo, Phoxinus phoxinus, conocido en nuestra comarca con el nombre en vascuence de Eskalu.

Descrito por Linneo en 1758, el simpático y veloz Eskalu es un ciprínido que forma densos cardúmenes en los ríos, formados por machos a los que se les agregan las hembras en época de apareamiento. Es un pez más habitual del Norte de Europa, especialmente Finlandia,  y se suele introducir en los ríos en los que se desea repoblar de especies interesantes para la pesca, como es el caso de los piscardos de la cuenca mediterránea. Todos los hemos visto alguna vez en ríos limpios de montaña, huyendo rápidamente en cuanto perciben nuestra presencia. Normalmente pensamos que son alevines de trucha, ambos se confunden fácilmente cuando son jóvenes, pero el alevín de trucha crece hasta un tamaño considerable, aquí se pescan ejemplares de hasta 2 kg., y el Piscardo apenas llega a superar los 140 mm. de longitud, pasando a formar parte de la dieta habitual de la glotona trucha, que los devora con fruición. Tienen aletas cortas y escamas pequeñas. Su coloración es variable, a veces presentan manchas oscuras transversales.

Alcanzan la madurez sexual entre los 1 y 2 años. Se reproducen de Abril a Junio, para lo que migran al curso alto de los ríos donde el agua es muy limpia, oxigenada y el fondo es pedregoso. Durante el celo, los machos presentan tubérculos nupciales y la base de las aletas, salvo la dorsal, se colorean de rojo. El color general del pez también se oscurece. Depositan entre 200 y 1000 huevos. Cuando la temperatura del agua alcanza los 15 grados de temperatura, los huevos eclosionan.

Aunque abundan en el Urola, prefieren las aguas más limpias y oxigenadas de sus afluentes. Su gusto por el agua limpia es un buen indicador del estado biológico de las cuencas fluviales. Los vertidos y mala calidad del agua les afectan muchísimo, diezmando sus poblaciones con graves consecuencias en toda la cadena trófica del ecosistema. Por eso una vez detectada su presencia, se deben mimar las condiciones favorables de su hábitat. El Eskalu se da de forma natural en algunas cuencas del Cantábrico y el Atlántico, y en otras ha sido introducida para favorecer la expansión de la trucha. Precisamente la cuenca del Urola es de las que poseen el Piscardo de forma autóctona, no importada. Es una cuestión que tal vez interese al ecologismo local, siempre presto a descubrir especies exclusivas del territorio. Incluso puede que nuestro Eskalu tenga ese pelín de diferencia suficiente para ponerle el apellido de subespecie ¿qué tal Phoxinus phoxinus urolensis?

Pueden discutirlo en sus paseos por la orilla del Urola mientras los observan en sus huidizos cardúmenes. Ello les dará pie para meditar sobre la belleza, limpieza y falta de hipocresía del mundo que nos rodea y les llenará mucho más y mejor que los tragos de bebidas dudosas que se echan al coleto en el bar. Lleven a sus pequeños y enséñenles algo interesante y educativo, a la vez que les hacen andar unos kilómetros, lo que les vendrá de maravilla y les moldeará el carácter adecuadamente. Diviértanse y aprendan cosas sin gastarse ni un euro y pasando la tarde mucho más entretenida y provechosa, lo que les llevará a ser mejores personas cada día.

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